martes, 8 de marzo de 2016

Emma

¿Cómo te atreviste? Bien sabes que si de hechizar se trata, aquí estoy yo. Y bien sabes también que no se trata de un común y mundano truco de brujería. Tampoco de un hipnótico proceso después de mirarme a los ojos. Mucho menos de una especie de trance en la que entras después de sellarte la boca con un beso ruin. Todo eso lo puedo hacer –lo sabes–, pero para eso ya están otro tipo de muñecas. Lo mío, lo que me distingue del encantamiento tradicional, es el baile. Me verás contoneándome entre las sombras, danzando al ritmo de los aullidos lobunos y moviéndome sin cesar al preludio del crepúsculo. Caerás tendido a mis pies, víctima de mi magia como un perro indefenso sin tregua ante el encanto. Te veré caer, letárgico, cada vez que ejecuto un nuevo movimiento. Me rogarás, suplicarás por mi perdón el adefesio de tu infamia e implorarás por un ápice de piedad. Pero será demasiado tarde. Debiste pensarlo bien antes de imaginar la idea absurda de enterrarme viva. Que no se te olvide que la tierra nunca será un obstáculo para una auténtica bailarina.

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